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DESPLEGAR EL HORIZONTE

Artista: Santiago Canción

Ciudad de Buenos Aires | Barcelona | Bahía Blanca

2019-2021

Video Performance

SINOPSIS

“Desplegar el Horizonte” es una acción performática que consiste en transitar un territorio arrastrando una tela azul de 100 metros. La tela es asumida como la manifestación misma del horizonte, el río, el desierto, el vacío. Durante el camino la tela va impregnándose del territorio asumiéndose a cada paso como horizonte desplegado.

Escrituras urgentes (y conflictivas) para empujar el Horizonte.

 

Homenaje blasfemo a los obreros de Vasena.

por Juan Bernal* 

Buenos Aires.2019

 

Y espero. Se me ocurre que un toldo, una tenda, 

además de servir para que no entre el sol, 

podría servir para contener el dolor 

y para cultivar la determinación.

John Berger

 

Estoy cansado, los pies, las manos, el pecho agitado. 

Escuela La Banderita.  Es un domingo frio, luminoso, con algunas nubes de un blanco extraño.  Me dejo llevar a principios de siglo, me paro frente a los Talleres Vasena. La bocina del 188 me arranca del sopor.

Esta disrupción, molesta, genera incomodidad, disputa sentido.  Santiago habla, grita, da órdenes.  Es un bárbaro empujando o arrancando una tela azul de más de veinte kilos y cien metros de largo.   La gravedad del tiempo presente reclama escrituras urgentes, apuradas, desprolijas, blasfemas.  

Todo disrumpe: los gritos obreros empuñan, como una palabra, la rabia, la sangre.  La marcha se detiene, conversa Fernández.

–  “Fernández!!”, alcanzo a gritarle.  

El mundo se desploma, tres disparos nos zumban cerca de la cabeza dándonos tiempo apenas para tirarnos  detrás de un montículo de tierra.  Hijos de italianos anarquistas cruzan corriendo casi sin ver la tela.

Miro esa serpiente azul, ese río turquesa: es una grieta, acaso una trinchera, lo veo a Fernández ahí agazapado.  Me mira con ojos expectantes, la policía de Vasena está apostada en la esquina siguiente por la calle Pepirí.  Miro la libreta, tiene sangre.

De repente, como llevado por un trueno, salta de su refugio, agarra con firmeza la tela y corre.  No empuja el horizonte, lo carga, lo enrolla en su cuerpo, lo estruja con fuerza, con rabia, con pena del Sur.  Un tango del Polaco Goyeneche se escurre entre los adoquines.  Los adoquines!! Son piedras de ese río azulmarrón.

El sonido de un afilador de cuchillos y su chiflete típico, esquiva el río, el horizonte y pasa.  Saluda con la mano.  Detrás, el 70 que va a Retiro, esquiva la marcha de los trabajadores, sus rostros en rojo, cruza el horizonte sin siquiera saberlo, le pasa por encima.

De repente el viento me envuelve y lo entiendo.  Estamos en el desierto, en la pampa abierta. El río nos llevó al desierto, el desierto al horizonte de balas y muertes, el horizonte al río, el río a los obreros de Vasena, los obreros al horizonte que cargar, el horizonte al desierto, el desierto al río, el río a las fábricas o acaso al desierto, o en fin al río.

Lejos de lo impoluto, el horizonte, manchado, pisoteado y con tierra. Con barro, con luminoso hedor, con una presencia vertical. Le disputa el espacio a lo horizontal de la línea, forma así una cruz, un cruce, una zona de encuentro pero también de tensión.  Y ya oigo más disparos, las corridas agitadas, el grito rojo, la barricada heroica. 

-“Pásenlo!  Crucen!”, le grita Facu al conductor de un Sienna gris.  Nunca quisimos nuestro horizonte pulcro y cuando lo intentamos, ganó el hedor.  Quiero decir, es una esperanza pero al revés: mundana, obstinadamente inmanente.

“Si, sí señor, no pasa nada, puede pasar”.  ¿De dónde a dónde? ¿Dónde se puede y donde no? ¿Quiénes pueden?  ¿Quiénes no?  ¿Quiénes son?  ¿Dónde? ¿Por qué?  Otros le gritan: -“¿Qué es eso?”  

¿Es que no lo ves? Es una lucha andando, el horizonte a palmo,  marchando.  Varios preguntan:  “¿se puede cruzar?”  ¿Se puede cruzar un rio, el horizonte, un desierto?  Como pidiendo permiso, autorización o unas disculpas, acaso una absolución por la culpa original.

El horizonte pega una vuelta, es una Utopía arrabalera, nunca más-allá, si no cerquita, embarrada, pesada, molesta.  Nunca sola como una epopeya.

Después de la balacera, merodean, pasan y nos miran: la policía de Vasena. Y Fernández es un Cristo, de aquellos vía crucis de música antigua de Viernes Santo.  Y el olor a incienso, y ese Cristo magullado: carga solo, lleva ardiendo la pena y el amor. Entonces, como aquel Nazareno, doliente grita:  “El horizonte no es lineal!!”.  Advierte a su cortejo de María Magdalenas:  “No se puede acomodar los sueños, déjenlos arrugados!!!”.  Acaso vi al loco de Nietzsche en su mirada febril, el loco con el farol, el loco del “Dios se ha muerto”.

Miro para atrás entonces, ese ruido ensordecedor, el siseo de la tela, que no es tela y no es siseo: es el río que trae cosas, que pasa haciendo bailar las piedras de adoquín en su cauce Pepirí.    Suena como el río, es lógico: hay piedras, agua y un pueblo.  Algo trae ese río, un rumor de hojas secas y de mar.  Saltan peces y piedras.

Me agacho, casi pego la oreja al suelo.  Que no es la tela ni es río, son los pasos de los obreros de los talleres.  Ya se han despertado!  Corramos! 

Entonces, disparado por la urgencia, corro dos cuadras: necesito el cansancio, la intermitencia de pulso, el temblor en el pecho. Tirar del horizonte no es cómodo, ¿no?  Una señora me responde:  “claro que no” mientras baldea su vereda.   Es que el camino ya se hace largo: ¿no podemos parar?  Parece que no, no podemos parar.  Es como una serpiente de polvo, hojas, pajas: no es solo lo que trae, es lo que captura en el paso, lo que fuerza a “estar”.  Estamos cansados, ya llevamos una hora caminando.  Herzog decía que el arte y la escritura son un hecho atlético más que estético. Miro la delgada línea azul, inmensa, vital.  No podía contarlo si no lo veo, si no hago mía la agitación, el cansancio, las palpitaciones, la asfixia.  No podía contarlo, en fin, si no se transformaba en rabia en mí.

Ahora si se detiene, entonces no es ni descanso ni espera.  Es la más enérgica de las acciones.  

Vecinos del barrio preguntan qué hacemos.  Lo dicho: el río, el horizonte, la tela azul de cien metros finamente seleccionada, Santiago llevándola,  los obreros de Vasena,  el desierto en plena ciudad, algo que molesta acá en Pompeya. Otros preguntan:  “¿Es una promesa?” Yo diría que es más que eso, es una Certeza.  Porque como dice Berger, compromete al futuro, al pasado y al presente.

Una marcha así, de obreros de la fábrica, por acá no pasa.  Lo sabe el ejército de mercenarios del patrón. La policía lo detiene.  Conversan.  Es la primera vez que suelta la tela, el horizonte, el río, el desierto, los obreros.  Cuando llega el orden y se encuentra con el caos, cuando llega la pulcritud a confrontar al hedor.  El hedor molesta, y acá en la ciudad, vió…

Esta cada vez más pesada.  La tela, la marcha.  No es la misma que salió en el bajo, ahora trae cosas, del andar, cosas profanas.  Cuando más pesa, aparecen unos pibes que ayudan a cargarla.  

-“Somos del barrio y agradecemos lo que hacen”, dicen. Cargan su parte de horizonteriodesiertoobreros que les toca.  Cargan también el deseo infame del sistema por cargárselos a ellos. “Ayúdenme, se atasca!”  “Tiremos todos juntos!”  Y ahí tengo 9 años nuevamente. Ese cuadro inmenso del Cireneo.  Carga la cruz con el Cristo doliente.

Oscar Cobos con sus ojos color mar, abre la boca y cuenta.  De su padre, de los obreros, de la marcha por esa misma calle.  Recuerda a Perón y esas historias de otros tiempos.  Nos sonríe como sonríen los profetas: buscan una reparación.  Y entonces recita, de memoria, la placa de la plaza: “Estos muros pertenecen a la construcción original de los talleres Vasena.  Aquí se produjeron parte de los sucesos de la Semana Trágica”

Hay que cruzar la Avenida, los trabajadores se toman de las manos como una barrera humana.  Cargamos entre todos la tela y corremos.  Ahora sí, la urgencia de este tiempo, de que el río corra, de que el horizonte ande, de que haya otra cosa, de que no “nos lleven puestos”.  Las mujeres la levantan, la cargan como un pabellón  de guerra, como un malón.  Es una jauría humana, desbocada.  Ya huele a sangre. La fuerza de las manos asiendo la tela como un vendaval.

Ahora sube por calle Lavardén, es como el río que remonta la barranca, es una utopía que escala la cuesta, es el desierto que se anima frente a la ciudad.  La barbarie envalentonada a tanta puta civilización.  Se detiene en el corazón de la pulcritud. Y corre! Pienso entonces en aquello dicho.  ¿Qué delimita un territorio?: una demarcación posible y un Pueblo.  Aquí están.

Sigue el siseo, ya no sé si Santiago lleva la tela o la tela lo lleva a Santiago, al rio, al horizonte.  ¿No pasa así, acaso con las revoluciones? ¿Llevan o son llevadas en tiempo condensado?

Ya dos horas de camino. El tiempo juega a favor y en contra.  En contra del cansancio, a favor de la potencia.  El tiempo a tres planos: los obreros y su marcha, Santi y la tela, y este pobre escribiente (su tinta y el papel).

Falta poco.  Entra, entonces, triunfante a la plaza, como cada plaza que reúne, cobija, anida.  Se sabe punto de llegada y de partida. Mira, agitado, a su alrededor: “Si supieran que llevo a pulso el horizonte”.

“No podría haberlo hecho solo”, dice el hombre más solo de la soledad. Es un Sísifo horizontal: no sube,  migra. Carga su tela para volverse todos los hombres y todas las telas, en un círculo sin fin.

 

Tenía que ser escrito, para que se sepa qué pasó.

Juan Bernal

Escritor urgente

 

*Juan Bernal

Docente con más de quince años de experiencia trabajando en Instituciones Educativas. Conferencista sobre Educación, Adolescencia y Niñez brindando ponencias en Buenos Aires, Tierra del Fuego, Alemania, Roma, América Latina y el Caribe. Publicando su primer libro de relatos y poemas “Memorial” (2021)

 

Proyecto Catenaria en la Modelo

por Carlos Agüero*

Madrid 2019

20 de noviembre de 2019. Catenaria. Dos puntos que se unen. Una hebra que viaja, que cruza, de Buenos Aires a Barcelona. Despliegue. Horizonte. Memorias cruzadas. 

Un spacio: La Modelo. Penal modélico en represión. Máxima expresión del concepto «universo carcelario» como sistema de control y tortura. Don Máximo Cuervo, director general de prisiones: «la disciplina del cuartel, la seriedad de un banco, la caridad de un convento». Ni adversarios ni enemigos. Simplemente bandidos. Sometimiento de cuerpo y espíritu. La mecánica penitenciaria como guardiana de la reproductividad del horror. Su aura.  

Un hilo marca el límite visual y mental. Un sueño. Azul. Tela. Memoria. También ahora una vela al viento del patio para escapar del presente y del pasado, para arrastrar la violencia hacia afuera. 

El panóptico de la Modelo. Todas las cárceles. Todos los campos. Aviso general: vigilia constante. Exposición absoluta. Muerte a la privacidad. Dominio total. El campo como fábrica. Un ¡aquí todo es posible! Desaparecido lo humano, máxima expresión del poder. Disciplina que opera dentro y fuera del penal. Su desnacionalización. 

  1. Isidro Castellón, director de esta cárcel Modelo de Barcelona: “un preso es la diezmillonésima parte de una mierda”.

Años setenta: «fuera torturas nocturnas!», gritan las pancartas vecinales en los balcones cercanos. Mismos balcones hoy, otras banderas. 

Memoria de la represión que viaja en los espectros de aquellos presos. Es el eco de los gritos que golpean las fachadas del barrio cuando salen disparados por las ventanas del penal.  La cárcel como el fin de la tortura, ¡dicen! El comienzo de la redención. 

Buenos Aires-Barcelona. Desplegar el horizonte de una memoria compartida: protagonistas de la semana trágica porteña (1918). Inmigrantes anarquistas que más tarde lucharán en la guerra de España. Anarquistas sin patria en la Modelo. 

Catenaria de cruces. Una constelación. Tiempos y espacios. Aparece una lejanía: Chile, otra vez la violencia…Y el recuerdo de la cruzada en España: ¡presente! 44 años. Franco y la gran belleza. Su exhumación.

Una violencia en Chile que recuerda, latente. Un dolor enfrentado a la memoria, recordando, avisando del fuego. Una América Latina doliente. Colonizada por aquella potencia nacionalizadora. Catequética. Un cristianismo para transformar vidas. Someterlas. Vigilarlas. Castigarlas. El descubrimiento como culminación de la cruzada. La salvación imperial. Destrucción civilizatoria. 

La cárcel como almacén de pobres, reformatorio clandestino, escuela… y centro de torturas del bien y el orden. Un estado de guerra hasta 1948, 9 años después del final.  Máxima expresión del campo.  Una vida. Su verdadera vida. Tal y como el sistema y millones quieren que vivan. La interrupción de unos destinos singulares. Cárcel para presos. Cárcel para funcionarios. Motines de unos y de otros. Un ¡aquí todo es posible! Morir matando.  Lo humano en estado de excepción. 

El dolor de las víctimas huele igual: “sociales”, mujeres, homosexuales, anarquistas, obreros, comunistas, sindicalistas, franquistas. 

Mismo penal: Iglesia católica, protestante, insumisión. 

Abusos, megafonías, recuentos, gritos, frío, comunas, solidaridad. Muertes previstas. 

Dioses, capillas, mafias, motines, hambre. Presas, funcionarios. Verdugos igual.  

Presos que caían enfermos y luego muertos, sin atención, cuando ya no era cárcel… cuando «todo es campo», lo de dentro del muro y lo de fuera. 

Un espacio sin tiempo marcado para siempre, con o sin penal.  

El poder. El panóptico. El afuera. Sus adentros. El “entre”, ese espacio vacío, físico y mental es un “camino de ronda”, invisible. Camino de redención.  

Un horizonte azul, largo, aurático, cuya onda expansiva ha llegado a esta cárcel, y la desborda.

 

 *Carlos Agüero

Carlos Agüero en la actualidad es profesor colaborador de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja). Ha compatibilizado su carrera profesional con el de investigador en la rama de Filosofía política. Es licenciado en Filosofía por la UCM (Universidad Complutense de Madrid), Máster en estudios avanzados y actualmente doctorando. Es activista por la memoria desde el año 2002, cuando se une a la ARMH (Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica) donde ha participado y coordinado varias áreas técnicas arqueológicas como de gestión de proyectos culturales en torno a la memoria. Todo ello en paralelo no solo con los trabajos de campo en las exhumaciones de fosas comunes, sino también con el trabajo diario en la atención a víctimas encauzado desde una oficina no gubernamental de ayudas en los planos psicológico, legal, de recogida de testimonios y de dignificación. En dicha labor de visibilización, las estrategias de articulación de discursos de reivindicación para y con esas víctimas a través de actos culturales y reivindicativos le han permitido, dentro del trabajo activo, conocer y ocuparse de la mejora de las políticas de la memoria llevadas a cabo en España.

En el campo editorial, su labor ha estado relacionado principalmente con la memoria histórica y con el pensamiento sobre la Segunda República Española. Ha trabajado como coordinador de una colección editorial, como editor y como corrector para distintas publicaciones académicas.

Es asesor en España del proyecto «The Spanish Civil War Memory Project», de la UCSD (Universidad de California) y de la sección cultural de la embajada de Taiwán en España (2018), para la que ha redactado un informe sobre políticas públicas en España. Ha sido investigador contratado pre-doc en el Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y asesor para la Fundación estatal «Pluralismo y convivencia» (Ministerio del Interior), en la que realizó una investigación sobre la represión a minorías religiosas protestantes durante la dictadura franquista. Es cofundador de varios colectivos pro-Memoria: Contratiempo (Historia y Memoria) y Memorias en Red. Ha participado en congresos nacionales e internacionales y publicado varios artículos en revistas internacionales y libros colectivos sobre violencia, derechos humanos, memoria y franquismo. Su última publicación como autor es en el libro colectivo: Pasados ​​de violencia política. Memoria, discurso y puesta en escena, Anexo Editorial, Madrid, 2016.

SANTIAGO CANCION

SANTIAGO CANCION

Artista Visual

(1982) Artista transdisciplinar, sus trabajos hibridan la gestión, la curaduría, desplegándose entre lo audiovisual, lo performático, la pedagogía, y la instalación. Ha recibido la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes Argentina, Beca a la Formación del Fondo Metropolitano de las Artes Buenos Aires, Beca Mecenazgo del Fondo Metropolitano de las Artes de Buenos Aires, y la declaración de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Sus obras se han expuesto en Bienales, Festivales y centros culturales de Barcelona (España), Ciudad de México (México), Puebla (México), Cuernavaca (México), Buenos Aires (Argentina), Cipolletti (Argentina), Paraná (Argentina), y Córdoba (Argentina). Ha desarrollado una práctica de gestión colaborativa que se plasmó en varios colectivos y proyectos artísticos, en el último tiempo coordina Galería Ortiga Contemporánea, y es director artístico de la Fundación Kunayan. 

 

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