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LA COCINA QUE SE ESCUCHA

Realización: María Furnari

Cordoba, Argentina – 2019

Videoarte, docuemntal

SINOPSIS

Escuchar la cocina desde su praxis habitual y cotidiana es un acto que realizamos solamente cuando ponemos en funcionamiento uno de nuestros sentidos: el oído. Lo utilizamos para saber, por ejemplo, en qué momento puede estar a punto una cebolla friéndose en un sartén, o si el agua de la pava que está en la hornalla calentándose, hierve. 
Estos son actos casi reflejos, que se encuentran dentro de lo cotidiano y que forman parte de nuestra manera de encontrarnos en la cocina.

LA COCINA QUE SE ESCUCHA. UNA PRUEBA

María Furnari, 21017

Escuchar la cocina desde su praxis habitual y cotidiana es un acto que realizamos solamente cuando ponemos en funcionamiento uno de nuestros sentidos: el oído. Lo utilizamos para saber, por ejemplo, en qué momento puede estar a punto una cebolla friéndose en un sartén, o si el agua de la pava que está en la hornalla calentándose, hierve.
Estos son actos casi reflejos, que se encuentran dentro de lo cotidiano y que forman parte de nuestra manera de encontrarnos en la cocina.
Todo esto que escribo quizás es una gran obviedad, pero me remito a ella para poder acercarme a ese lugar por donde hoy transita la cocina. Ya no es solo un medio de nutrición, sino también un nexo cultural en el cual confluyen distintos factores como el arte, la política, la comunicación y el encuentro. Todos estos elementos conviven con la cocina y su hacer, tanto directa como indirectamente. Por ejemplo, desde un lugar cotidiano nos encontramos con una parte de lo político: la economía que se utiliza para comprar y  ealizar
un alimento, lo que se establece desde una política alimentaria como saludable o lo que establece políticamente una sociedad de consumo. Esta a su vez se pone en acción a través de los medios de comunicación: Tv, radios, diarios, revistas, Internet, etc., lo que sería una subjetividad que nos subjetiviza, conformando a su manera una “alimentación no-corpórea” como un medio o una actividad que consiste en producir relaciones con el mundo con la ayuda de signos, formas, gestos u objetos. Desde este lugar comienzan los espectáculos mediáticos de cocineros.
La cocina forma parte de un estrellato momentáneo donde se nombra al arte como experiencia junto a ella. Un arte donde existen formas de cuerpos establecidos, miradas deseosas, el vértigo por la competencia y el sabor del show. Dentro de este conjunto de signos mediáticos y artísticos, se pone en marcha un discurso (o varios), que pasan y se detienen por las relaciones culturales, sociales y políticas. La cocina esta dentro de estas relaciones, sumando un elemento vital.
La alimentación es vital. A su vez, esta se funde con la comunicación y ese otro que performa dicha comunicación, produciéndose un alimento que puede tanto nutrirnos como desnutrirnos, un lugar que nos puede liberar o esclavizar.
Entrar a escuchar una cocina es oír lo cotidiano. Es entrar en un lugar muy amplio donde cabe la vida misma. Comemos y cocinamos mientras escuchamos radio, música o miramos tv. Comemos y cocinamos recordando momentos o estando en el aquí y ahora. Siempre la cocina está involucrada junto a un cuerpo que siente, piensa y vive. Comenzar a escuchar la cocina con otro tono, que no quede solamente en la melodía de un show. Escucharla para generar la posibilidad de un encuentro con la experiencia de ese sonido.
Encuentro con eso que se ve y que se escucha; encuentro tal vez con la pregunta que comienza a girar al escuchar, desde lo que se come a cómo lo como. Por qué, para qué, con quién, dónde, etc. Las preguntas pueden ser tantas como tanta curiosidad se tenga o como tanto nuestros sentidos estén dispuestos a sentir.
Escuchar la cocina, la comida, como un lenguaje, una forma de comunicar y expresarse. Desde aquí puedo citar el famoso dicho y cuestionarme ¿“Somos lo que comemos” o creemos ser lo que comemos? Parodiándolo, ¿podría decirse “dime lo que comes y te diré
quién eres”? ¿Qué se me dice a mí de lo que soy y de lo que como? ¿Seremos la primera generación en la historia que puede ser cazada por la comida? ¿Ya no somos cazadores? ¿Estamos en un sistema caníbal, sin eje de ritual? Cada pregunta lleva a un pensar, desde un cuerpo que está atravesado y alimentado por un sinfín de información.
Cada comida, a su vez, está siendo tomada como propia por un cuerpo que es el receptor de ese alimento y puede también ser el creador. Aquí se pone en acción un cuerpo que crea un plato y sus significaciones y significantes. Cada comida tendrá un significado que será del momento o desde una memoria emotiva. La cocina es escuchada desde un lugar interno, subjetivizada por un cúmulo de información y, por ende, nos alimentarnos también con ella, producimos nuestros alimentos desde esa comunicación y, tal vez, un sabor globalizado.
Volvamos al sonido. Pensemos en un momento hogareño en el cual se está cocinando. Varios de esos momentos tienen un sonido ambiente que pasa por una radio donde se escucha algún programa en particular, música que se desea escuchar o la tv con un determinado programa; todo esto mientras cocinamos. En nuestro plato no estará solamente lo que preparamos para comer, sino también lo que escuchamos: una propaganda que nos marcó qué aceite usamos, un eslogan que nos recuerda el comer sano, otra que nos habla de lo que acontece socialmente y otra que nos marca el ideal de un cuerpo o la pobreza de otros cuerpos que no llegan a la alimentación. En esta cocina escuchada se podría decir que, paradójicamente, nos encontramos con sonidos silenciosos.
¿Cómo se establece un sonido como silencio? Tarea difícil de describir; yo lo definiría como aquel sonido que está presente, pero que no es escuchado, se silencia porque no quiere o no puede ser escuchado, y diría que son estos los sonidos de los que se apropia el sistema de consumo.
Silenciar el ruido externo; romper con el silencio de la mesa establecido; empezar a oír la cuchara revolviendo la sopa, el agua burbujear con el calor del fuego, el cuchillo picando un ajo sobre la tabla, el tenedor buscando el último bocado del plato. Escuchar nuestras tripas haciendo ruido por hambre o saciedad; escuchar nuestra mandíbula masticado, el sonido de nuestra boca junto a la saliva deglutiendo. Escucharnos en el sonido de nuestros silencios.

La Cocina que se Escucha: cocinar historias para rescatar sentidos

por Vanesa Dourado para Virginia Bolten 2020

“Ahora…

El gusano de la hoja,

Gusano tejedor…

¿Quién lo puede ver?

Hace el bordado en la noche tranquila,

Duerme durante el día en el ojo de la planta”

*Cora Coralina

Conformado por artistas de la Ciudad de Córdoba, en la región argentina conocida como Sierras Chicas, el Colectivo DUDÁ presentó en Buenos Aires la muestra La Cocina que se Escucha. El pasado octubre,  Pablo Ramos, Silvia Vera Barros, Gabriela Sol Morales, Nehemias Figueroa, Pablo Foglia, Marcela Llanos, Verónica Urbani, Pablo Garcia, Adrian Bertol, Maria Furnari, Natalia Napoli y Suyaj Gómez trajeron al Museo del Hambre su trabajo que mezcla literatura, artes plásticas, visuales y sonoras.

La cocina como territorio donde se come, pero sobre todo, donde se vive, escucha, comparte y se siente. En definitiva, un lugar donde se existe más allá de lo predeterminado —o a pesar de ello—.  Este lugar de re-existencia, de conexiones y de deseos vitales tiene que ver con lo que se come, en sentido concreto y subjetivo, sin embargo también con los rituales que dan al acto de preparar y comer alimentos un sentido más amplio que el de atiborrarse, rápido e indiscriminadamente,  para obtener las condiciones que permitan reproducir la fuerza de trabajo o para mantener una forma de hedonismo gastronómico capitalista que transforma el hecho de “comer bien” en una experiencia reservada a las cartas con el sello de “alta cocina”. 

La Cocina que se Escucha interpela desde de lo micro, particular y comunero. Una invitación a escuchar los procesos que involucran el cuerpo que come y que da de comer, que es parte de un mismo ritual sensorial, ancestral y sensible. Los tiempos, como el actual, donde se transforma la semilla y la tierra y que remonta sentidos en el hacer cotidiano que es  territorio de lucha, historias políticas, poesía, soledad y estallido.

El explotar frente a la aceleración de este tiempo, “La presión de una olla que puede explotar a cualquier momento, pero que también puede concentrar sabores”, este cocinar de historias que  permite conectarse con una y con el otro es el punto de inicio del proceso de creación de esta cocina que tiene por objetivo reconectar memorias y reconciliar afectos.  El escuchar como forma de reaprender a mirar y a sentir y, luego, saberse semilla que se reproduce para alimentar a la vida.

Recuerdos de sonidos aparentemente ajenos, una propaganda en la radio mientras el cuchillo hace música en la tabla al atravesar el cuerpo de una cebolla, los sonidos del hogar que solo pueden ser percibidos por quienes viven allí. Sin embargo, también los silencios, los sonidos de los silencios que no se pueden escuchar, el sonido del hambre y de la indiferencia frente a ella. 

Recuerdos de momentos, la última comida antes de la partida, la noticia inesperada recibida durante  la cena, la mezcla rara de comidas de otros sitios que hace sonar la sonrisa y el espanto. El sonido de la ausencia sobre la mesa de quienes ya no pueden compartir la comida con un familiar que fue desaparecido por el terrorismo de Estado.

La cocina que se Escucha propone una transición de las formas desarraigadas —forzadas por imposición de un sistema que obliga al individualismo y al inmediatismo— hacia la re-construcción de nuevos y antiguos rituales para preparar en esta gran olla comunitaria la libertad que queremos experimentar y ser.

El colectivo DUDÁ está disponible para presentación de la muestra La Cocina que se Escucha en toda la Argentina y también en el exterior.

MARIA FURNARI

MARIA FURNARI

Artista Visual / Cocinera

Los caminos recorridos por María para abordar la gastronomía fueron muchos y ninguno le soltó la mano al arte. Cursó sus estudios terciarios como documentalista en Avellaneda, su ciudad natal, entre los años 1989 y 1995. Durante esos años y hasta 1998 realizó trabajos documentales dentro asentamientos barriales. Entre 1999 y 2005 se desempeñó como documentalista, realizando trabajos para distintas escuelas rurales.

María vive en Córdoba – Argentina desde 1993 y fue acá donde se reencontró con el universo de la cocina que su abuela le enseño en la infancia y adolescencia. Después de pasar algunos años como estudiante en la carrera de Historia en la UNC, inicia su trabajo de fusión entre la creatividad y la cocina brindando un taller de cocina, como también realizando distintas performance, en que invitaba compartir una cena, trabajo que llamó

Conversaciones en la cocina.

Recibe en el año 2012 una beca de investigación por la Secretaría de Cultura del Instituto de Bellas Artes de Buenos Aires, para realizar un estudio sobre arte, cocina y subjetividades.

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